domingo, 12 de agosto de 2007

VIOLENCIA II



¿Por qué se permite la violencia?

Cuando la violencia intrafamiliar no es controlada a tiempo, se genera un círculo repetitito que merma todo respeto a la relación a la pareja y tiene el riesgo de replicarse con los hijos.

Cuando uno de los integrantes de la pareja, acumula tensión, enojos y frustraciones derivadas de problemas laborales, económicos, familiares, de salud y otros, reacciona de manera violenta y como aparentemente hay un “pretexto” esto se va convirtiendo en una forma de vida, en la que las personas se acostumbran a ella y la viven como si fuera natural, sin darse cuenta que poco a poco los episodios de violencia son cada vez más frecuentes y más intensos.

Una de las razones más importantes para “justificarla” es porque generalmente proviene de personas a las que queremos y dicen querernos y a cada etapa de agresión se va sumando la del perdón, lo que hace de este un problema creciente y cada vez más frecuente.

Al inicio, los actos violentos que son minimizados y justificados, atribuidos al cansancio, los problemas económicos, laborales, familiares y otros y la tensión crece cuando alguno de los integrantes de la pareja, "no cumple" con lo esperado por el otro.

Generalmente el hombre expresa su enojo suavemente, la mujer intenta calmarlo y evita hacer aquello que le pueda molestar, cree erróneamente, que puede controlar la situación y a menudo justifica la conducta de su compañero.

Una realidad grave, es que no solamente termina justificando la violencia, sino que se siente agradecida y prefiere no enojarse al pensar que ese incidente pudo haber sido más grave.

Ante el cansancio por la tensión y el miedo y la vergüenza de que alguien más lo sepa, la mujer se empieza a refugiar en ella misma a pesar de que la tensión sigue aumentando y el hombre que se sentirá cada vez más desesperado, utilizará cualquier pretexto para insultarla, humillarla y gritarle.

Después se pierde toda forma de comunicación y entendimiento, sobreviene una descarga de agresividad y de tensión acumulada en el hombre y se pierde el control, entonces aparecen los golpes y hasta el abuso sexual.

Casi siempre el hombre que golpea a la mujer, considera que con eso le esta dando una buena lección. Después de la agresión viene la culpa y la duda de lo sucedido y las personas agredidas justifican su conducta bajo cualquier pretexto, sienten culpa y responsabilidad de los hechos, intentan tranquilizar al maltratador siendo amables, serviciales y cumpliendo sus deseos, no saben qué hacer y rara vez buscan ayuda.

La vergüenza, el miedo, el amor por los hijos y/o hijas, entre otras razones le impiden dejarlo o denunciarlo.

También se presentan todo tipo de justificaciones por parte del agresor. Entre los pretextos más utilizados están:
- "Estaba borracho o drogado, no sabía lo que hacía".
- "Eso me pasa cuando estoy muy cansado".
- "Con tanto trabajo y el estómago vacío es fácil que me ponga así".
- “Es que no aprendes, tú tienes la culpa de mi enojo.
- "Tú sabes que en mi familia todos somos así de bravos cuando nos hacen enojar".



La siguiente etapa de este círculo vicioso es conocida como “luna de miel”, cuando el maltratador se arrepiente, pide perdón y promete que no volverá a ocurrir. Es amable, cariñoso, complaciente, generoso y encantador. Sabe que ha ido demasiado lejos e intenta reparar el daño.

La mujer confía en que todo será distinto, tiene la esperanza de que nunca más volverá a pasar algo igual y cree firmemente que con amor y disposición ella puede ayudarlo a cambiar. Esta etapa hace más difícil que la mujer termine con la relación.

Sin embargo, estos episodios se repiten una y otra vez y a medida que pasa el tiempo, la violencia es más severa, es más fácil reconocer a la pareja como un agresor y darse cuenta de que se tiene que buscar ayuda.




FUENTE: "INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES"/ ESMAS.COM

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